23 May RAMÓN TAMAMES: «Los españoles en Suiza son trabajadores estupendos, y en Andalucía no dan golpe»
ANTONIO G. GONZÃLEZ Bruselas ha advertido a España de que no va a poder cumplir con la contención del déficit. ¿Cómo ve la crisis en España? De producirse lo que advierte Bruselas, sería grave. La situación económica en España sigue siendo muy inquietante, porque la crisis ha sido muy dura, durante mucho tiempo se ha ignorado, luego se han dado muchos palos de ciego con gran derroche y las medidas de ajuste han llegado ya muy tarde y casi siempre a medias. Esto hace que el panorama sea todavía de incertidumbre acerca de si vamos a cumplir con los compromisos de déficit o si tendremos una cotización razonable en los mercados de capitales para nuestra deuda. No estamos en la situación grave de Irlanda, Portugal y Grecia. Pero en España está el problema fundamental de que el sector de la construcción sigue con una tónica muy baja. Y naturalmente recolocar al millón y medio de parados de este sector será una operación hercúlea que llevará años. ¿Cree usted que ese paro puede acabar en una protesta social a gran escala? Estar en el entorno de casi cinco millones de parados es una situación dramática. Es cierto que no tenemos un buen estudio del mercado laboral y que puede haber gente no inscrita entre los parados y que están trabajando en la economía sumergida y parados incluso con prestaciones por desempleo trabajando. En España, con el paro más voluminoso de Europa, y sobre todo con un 43 por ciento de paro juvenil, se puede decir ya que si se alarga la crisis, las prestaciones del desempleo se agotan y los recursos del Estado se encogen, la situación en 2012 y 2013 puede ser en muchísimos aspectos peor que la de ahora. ¿En tensión social también? Sí, claro, en tensión social también. Y sobre todo es que no se han hecho las reformas de fondo, todavía están deshojando la margarita con la reforma laboral… ¿Cuáles son las reformas importantes que faltan? Las más importantes se han iniciado pero van a medias. El recorte del déficit, por ejemplo: se podrá discutir si política keynesiana [estimular la demanda con gasto y déficit público para generar actividad] o política de contención del déficit, pero es que la discusión no sirve, porque nosotros estamos en un club, que se llama el euro, nos exigen que cumplamos los compromisos de déficit y hay que cumplirlos. Porque, además, si no, nos sancionan. Y tampoco nos favorece porque los resultados de una política de indisciplina respecto al euro se reflejan en los mercados de capitales, que te castigan con los tipos de interés. Cumplir con esos compromisos de déficit provoca una cierta recesión inducida, frena las posibilidades de crecimiento. También está el problema del gran volumen de viviendas sin vender. ¿Qué hacer al respecto? Las principales existencias siguen en manos de los bancos, que no quieren bajar los precios. Y si bajan los precios tienen que provisionar y, por lo tanto, desviar recursos no sólo para dar menos beneficios sino para cumplir con sus compromisos de capitales. La reforma laboral sigue a medias, porque lo que se ha hecho en indemnizaciones por despido y contratación es poca cosa. El absentismo laboral es brutal y dramático, aunque ha disminuido un poco con la crisis; y, por último, están las pequeñas y medianas empresas, que tienen que seguir convenios que ni han visto ni han firmado.El IPC, por el que en España se rigen los salarios, se quitó en Italia por referéndum, y lo que hay que hacer ahora es asociar los salarios a la productividad. ¿No considera que el absentismo y la baja productividad guardan relación con los salarios? Pues claro que sí. Son muy bajos en relación con Francia o Alemania, y también tenemos una productividad que es la mitad de la de Estados Unidos y el 60 % de la de Alemania… O sea, que mientras no subamos la productividad, no podemos subir salarios. Lo que hay que hacer es estimular el trabajo, su intensidad y el trabajo bien hecho. ¿Y no cree que una persona bien pagada trabaja más y mejor que otra mal pagada y con peores condiciones laborales? El español trabaja en función de dónde esté, según el marco que tenga. En Suiza son trabajadores estupendos; en cambio en otros sitios, como es Andalucía, se apuntan al PER [Plan de Empleo Rural] y no dan golpe. Ya hemos visto el pacto que se ha hecho en Iberdrola, donde se asocia por vez primera los salarios a la productividad y se abandona el IPC que no ha gustado a los sindicatos. Porque esto del IPC es que suben los precios y, hala, a subir los salarios aunque el país esté arruinado. Esto lo aguantan sólo algunas grandes empresas. Diría que la competitividad depende aparentemente de dos cosas: de la productividad del trabajo y del tipo de cambio. Vivió los Pactos de La Moncloa. Ahora el Gobierno socialista y el PP andan a la greña. Los partidos están en plan cínico y de cara dura. Y lo que dice hoy el PSOE de que el PP no acompaña y no ayuda es una solemne majadería. […] El señor Zapatero es un vanidoso. Tengo la experiencia del 12 de marzo de 2009: fue en una reunión en la Fundación Amberes para presentar el programa de la presidencia española. Y yo le dije durante la copa de vino posterior: «Presidente, hay que hacer unos Pactos de La Moncloa. Esto no puede seguir así, vamos al desastre». Y él me respondió: «Ramón, no os enteráis. Somos los que estamos mejor y los que mejor vamos a salir de la crisis». En 2008 usted dijo que le preocupaba mucho la «bajísima eficiencia energética». China sigue a todo tren, ¿ha habido avances? China ha avanzado mucho. Ya está negociando en la Conferencia del Clima, en Naciones Unidas, y se ha comprometido a aumentar sustancialmente su eficiencia energética en proporciones importantes, lo cual es esencial, porque se puede reducir enormemente el consumo sin reducir la actividad. Lo curioso es que la energía nuclear la han puesto en un discreto lugar. Tienen veintiocho centrales nucleares y, en efecto, van a duplicar. Pero si le otorgan un papel menor es sólo porque tiene una cantidad ingente de carbón […]El PIB chino [la riqueza bruta generada] no preocupa tanto, lo que preocupa mucho a Washington es que Pekín se está poniendo a la cabeza en tecnologías de todas las cosas. Y en Defensa: ha creado ya su avión silencioso y está ahora haciendo un portaaviones que no tendrá que envidiar a los de EE UU. Hay otros países emergentes. Es el caso de Brasil, por ejemplo. Y también el de México. Sí, Brasil. Y en cierto modo también lo son México y Argentina. En efecto, está el fenómeno incluso de las multinacionales latinas. Pero en materia de compras, aún como los chinos nada. Entre 2009 y 2011 los chinos han comprado cinco de las mejores bodegas francesas de burdeos y están en negociaciones con Moët & Chandon para crear una empresa propia y plantar de viñedos una parte importante de Mongolia. Entran en todas partes, los fondos soberanos chinos manejan 600.000 millones de dólares. Con eso pueden comprar medio mundo. Esa cifra es diez veces la capitalización del Grupo Santander. Y en Latinoamérica han de tener mucho cuidado con China porque el peligro de una desindustrialización de Brasil, México o Colombia no es menor. Daré un último ejemplo: el 90 % de las vestimentas, disfraces, adornos, etcétera, del Carnaval de Río son «made in China». De hecho, Lula, antes de irse, ya se lo advirtió públicamente a Dilma Rousseff [su sucesora en la presidencia de Brasil]: «Ten cuidado con China, porque acaba con nuestras industrias…»